lunes, 20 de marzo de 2017

La tortuga roja (La tortue rouge). Michael Dudok de Wit. 2016.



Fantasía pura para una cinta natural donde el trazo grueso del dibujo va a ser la nota más disonante dentro de este ambiente creado por las bandas sonoras que recrean la cinta, la musical y el ambiente natural que apaga las voces de unos protagonistas que no necesitan verbalizar las emociones animadas de una historia de necesidad y libertad.

Éstas últimas son categorías fundamentales dentro de nuestro pensamiento, tanto como la misma idea de posibilidad, que aquí es emplazada al estatus más ficcional gracias a un dibujo animado sencillo y sutil, de trazo amplio y pálida cromática. Lejos de la poética del estudio nipón, el contraste viene de serie sin tener que ser incluido en la paleta del film. La historia va provocando que el espectador vaya aumentando la serie emocional por la que pasa un protagonista tan desamparado como alguno nos hemos visto alguna vez en la vida. Quien no ha querido escapar alguna vez, intentar pasar página o empezar de nuevo. Y quien no lo intentó para golpearse otra vez con la misma piedra, para verter los mismos errores y no encontrar la salida fácil pues la entrada, si es humana, no es imposible.

Cinta para ensimismarse en la fantasía de lo difícil que hacemos el vivir.


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