jueves, 22 de diciembre de 2016

Julieta. Pedro Almodovar. 2016.



Una historia sobre la culpa y poco más que decir pues el director manchego se sirve casi exclusivamente de una banda sonora sobrecargada, por el uso, de un misterio al que trocea en presentes y pasados para servirnos esta historia con cinco personajes, unas casas y un montón de euros. Y el misterio es el éxito del film, o quizá no tanto, pues que defraude a algunos no implica que lo haga a todos, al menos en este caso.

El cine se sirve habitualmente del recurso de graduar la información, de que el espectador sobreentienda al personaje que se crea para él, de saber contar con la experiencia de un espectador al que se le sitúa de manera inherente ante el personaje bien construido, pero el cine de este evasor se caracteriza por esos personajes débiles (no por ser mujer aún la típica representación que plasma habitualmente), por personajes que no son caracterizados fácilmente por su mera imposibilidad, por la apertura que representan o el caos al que el deseo les ha sometido. Personajes que nos pueden sacar de ese espacio creado para nosotros al salirse del guión normalizado, al someterse a la improvisación que necesita el director, la historia o la vuelta de tuerca que nos asombre hasta el aplauso. Pero aquí, ni vuelta de tuerca ni historia rocambolesca que ponga en visualización toda la impaciencia que ha ido generando el entramado musical que acompaña a cada pequeña escena. Evadir información no vasta para concurrir ante un público ávido de novedad, de sobresalto performativo, falto del rigor que acompaña a instancias superiores que cuspidan nombres por estética.

Película para ahorrarse si ya has visto grandes films del mismo autor, es decir, sólo para comparar, o para ver unas grandes interpretaciones.


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