jueves, 14 de abril de 2016

Sayat Nova (El color de la granada). Sergei Paradjanov. 1968.



Ya nos advierten que no se trata de una biografía al uso del poeta armenio y rápidamente nos introducimos en una visión elegante de una fusión muy particular, aquella que a través de la mística, de la danza, del baile y el éxtasis une el alma humana a lo sagrado en una especie de epifanía. Así las sucesivas etapas biográficas del poeta van a sugerir el mundo interior del poeta y de una cultura que, si bien se nos escapa por desconocimiento, expresan esa unión sagrada que a veces supera a las propias palabras.

Paradjanov va a hacer de esta fusión un elemento más que determina la totalidad del film haciendo de la coreografía visual el elemento que conjuga una actuación que raya la mímica, una música que mueve a las emociones, y unos elementos de atrezzo que son tan importantes como los propios personajes. Así, telas, cruces, vestidos, cuadros, ángeles, retablos, arquitectura, mosaicos, vasos y cualquier elemento que aparece en pantalla cobra un significado que, como decíamos, puede que se nos escape dentro del tremendo simbolismo que caracteriza al film, pero que una mirada atenta observa esa transcendencia de tal o cual elemento en el conjunto de la escena, del film.

Resaltar el color, una policromia muy contrastada que sabe jugar con esa misma mezcla característica del film. También valorar toda la técnica para conseguir unas coreografías donde el movimiento nos lleva de la cámara a los personajes o a los elementos de manera indistinta usando el mismo movimiento de los tres que, unidos al infinito trucaje del medio, posibilitan esas danzas donde el poeta habita.

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