sábado, 30 de abril de 2016

Orígenes (I Origins). Mike Cahill. 2014.



La batalla entre la ciencia y la religión, o más precisamente el espíritu, se sirve a través de una historia de amor narrada a través de una ciencia ficción que en nada desmerece a los efectos especiales que suelen concurrir en este género. Incluso se agradece que el discurso sea muy acorde a una visión de la ciencia tan dogmática como exigen algunas teorías de la ciencia, pero tan abierto al propio conocimiento como postulan otras, creando un personaje, que tras unas experiencias personales donde la concatenación de hechos llevan a unas supuestas lógicas, va a sufrir la experiencia de la perdida, del dolor para abrir esa puerta que toda mente abierta debe traspasar para ver qué luz crea el umbral.

Y es que el quicio desde donde observamos nuestras vidas siempre está iluminado con esa luz que dan nuestras propias certezas, nuestras experiencias que determinan en cierta medida el modo en que vamos a responder. Por ello, el vehículo del amor aparece como hilo conductor de una historia donde las respuestas van a diferir ante las preguntas incómodas que suscita lo desconocido, ante la cuestión donde la misma pregunta ya parece una trampa.

El sentir como primer medio de intelección puede parecer algo primitivo ante el poderoso razonamiento empírico y sin embargo no podemos desligar ese mismo sentimiento del camino y guía del propio razonamiento, de ser el impulso que lleva a un estado diferente. El motor del cambio, de toda revolución está en el origen, en un saber sentir donde la razón sea ese instrumento para un mejor gozar.

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