domingo, 13 de marzo de 2016

El futuro. Luis López Carrasco. 2013.



Como si una declaración de intenciones se tratase las palabras en negro de la persona encargada de abrir el futuro que proclama acertadamente el título del film van a corroborar la falta de color que se desprende de una época bañada en la policromía más posmoderna nunca vista, en la plural escena cultural que abre un periodo raudo y veloz, presto de escapar de los mismos corsés que sin darse cuenta aún apretaban, y siguen haciéndolo.

Como si de unas canciones para una transición se tratara (veo paralelismos con el gran Patino), los temas musicales que vertebran la fiesta donde ocurre la acción ponen de relieve el mito de la llamada movida madrileña, la heterogeneidad de estilos y grupos que componían la escena musical madrileña y española muestran sin la necesidad perentoria de la presencia física la grieta del relato cultural homogéneo, la misma grieta que abre un tiempo futuro que va a disolver su propia conjugación haciendo de la memoria otro espectáculo más para beneficio de un futuro por hacer, de un futuro que sale ya agotado desde los mimbres del desarrollismo franquista, del individualismo ramplón y de un ansia de libertad ciega de un presente que acaba en manos de aquel derroche que denunciara Sánchez Ferlosio en célebre artículo periodístico. La propia ironía del "nuclear sí" que tantas decepciones causará en ese prometedor futuro dice mucho más de lo que podrían expresar los jóvenes de una fiesta cuyo presente estalla de forma renovadora y abierta, esos mismos jóvenes que pueden renacer amamantados por la lujuria del desenfreno, por la traslación del héroes por un día, y abiertos por unas ideas donde el inglés va a ordenar, cuándo pueda y cómo pueda, los diferentes asuntos sociales, las propias traducciones deliberadas en subtítulos de unas conversaciones que como en la fiesta de la democracia no pueden ayudar mucho a la entera comprensión de una realidad y una ficción  que implosionan desfigurándose mutuamente.

Como si el tiempo no existiese la sociedad española se ve envuelta en un proceso donde el deseo va a desactivar el escaso compromiso de un cambio siempre por hacer, donde la fiesta va a ingresar en ese ácido desoxirribonucleico español consagrándose como elemento vivo de primera necesidad, como una mala lectura de aquellas praxis republicanas donde la cultura aún no estaba ligada al beneficio del mito, a la creación inexcusable de una guía y unos ejemplos culturales parejos a un pretérito ajeno al pasado más cercano y que aún cercenaba los cambios prometidos. 

Estas son las lecturas que saco tras el visionado de este arriesgado film donde quizá le puedan sobrar unos minutos pero que abre la mente a las suspicacias que recorren esa época, esa noche donde todo podría cambiar, sin esos adelantos a su tiempo como le sucediera la República en palabras de Zambrano, pues incluso el fallido golpe (o esa artimaña que volvió monárquico hasta a Carrillo) estaba a años luz de un resultado electoral que volvió a poner en entredicho la ecuación esperanza y futuro sin análisis sesudos como el blochiano. Una película para ver, para escuchar, para imaginar y pensar, que sí, que sí es posible, como si no hubiésemos aprendido nada.


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