sábado, 6 de febrero de 2016

La chica danesa (The Danish Girl). Tom Hooper. 2016.



Género, cambio, amor, sociedad, historia, arte, identidad... están presentes en la admirable cinta de Hooper donde esta heterogeneidad temática se concentran en la mirada, no ya de la excelentemente chica danesa interpretada por Redmayne, si no en su par Gerda Wegener recreada con similar o mayor excelencia por Alicia Vikander. Pues es en ella donde vamos a observar la particularidad de la historia, la capacidad de amar en el cambio, la capacidad de amar más allá del género, la capacidad de amar de una persona. Si bien podríamos entrar en el debate sobre la adecuación a la veracidad histórica afín a todo relato de tal naturaleza, cabe resaltar el fijar la atención en esa mirada abierta al sentido, ese mismo que en su doble acepción tantos malentendidos nos cuesta.

De ahí que valore positivamente el trabajo de Hooper al sustentar un relato de cambio a través de una mirada, esa propia mirada que abre la película y pone sobre la pista de lo que va a ocurrir en su discurrir, desde la apertura del campo visual y la ampliación de horizontes que ello ocupa para el que mira, al propio devenir temporal, que en multitud de ocasiones acaso sirve para enmascarar la hipocresía, gala principal del mundo tan antiguo que habitamos. Y en ese viaje, en esa transformación a la que nos sometemos todos, unos en mayor medida que otros, es donde el cine de Hooper acierta de pleno ya que con el reto interpretativo que mantiene la pareja logra recrear esas miradas transformadoras, esas miradas capaces de sentir la necesidad del cambio donde pareciese que la máxima lampedusiana cobrase sentido y todo cambiase sin cambiar un ápice de nada. Y sin embargo, cambia... que diría otro ilustre italiano.
Y como muestra de esta representación, mejor dejaros con las palabras de Keren Manzano en Pikara donde encontré una acertada lectura de la palabra que abre el post.

Y si ya hablaba de debates al principio en torno a la veracidad histórica y se pueden establecer en torno a la estética edulcorada del film, uno de los mayores se podría entablar en torno a la interpretación, pues a veces pareciera que el protagonista principal fuera la esposa, Gerda aunque eso no lo perciban las nominaciones. E igualmente asociamos el debate y duelo por los afamados premios entre el excelente actor británico Eddie Redmayne y DiCaprio, entre la transformación gestual mínima pero ascendente y la rudeza del tono mantenido, del que quizá debería salir ganador(a) Alicia Vikander.


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