lunes, 20 de octubre de 2014

Waking Life (Despertando a la vida). Richard Linklater. 2001.



La vida como sueño y su enigmático ir y venir es recurrente en el mundo de la representación humana desde aquellas lejanas visiones de los cazadores plasmadas en oscuras cuevas hasta las elucubraciones más delicadas de las artes o la epistemología. Y en su devenir las personas hemos ido plasmando y adquiriendo narrativas sobre un tema cuya dualidad quizá no haga sino esconder la precaria solución que mantienen demasiados hechos humanos. Se me ocurren otras historias que tratan el tema de modo más ameno, incluso didáctico, pero la apuesta de Linklater es no cerrar el circuito que forman las salidas de uno u otro polo conceptual como son la vida y el sueño. Por ello la historia carece de una uniformidad y coherencia en sí, prefiere anotar el momento en discusiones sobre temas filosóficos (y no tan) para dejar caer la palabra monologuizada, el sermón por lo general de un corpus de pensamiento que suele limitarse a una región, a una planicie humana. 

La forma de presentación en tanto sueño me parece acertada, a veces el dibujo cobra una vida irreal y otras adquiere una apariencia afín a la realidad de la cámara. Un audacia artística que todo sueño puede y debe conformar, por tanto cada autor expresa su sueño a su manera, y en su perspectiva afronta la representación del tema con una idea que, acertada o no, dirige la mirada del espectador. Personalmente, ante tal cantidad de elementos "documentalistas", considero que la animación calibra al conjunto en cierta experimentación visual pero carente del fondo trascendental que exige una gran obra de arte cinematográfica dentro del canon.

No obstante. se agradece mucho una mirada fuera de corsés que analiza diferentes poses ante la vida dándole una palabra a un interlocutor refigurado por una animación que contribuye a generar un plus de representación a las ideas proferidas. Los discursos dentro y fuera de su lógica, naturalidad o argumentación sirven para mirar el despertar de las conciencias a través de las ideas que nos revisten. Las gafas de pensar que llevamos cada uno ante la miopía que prescriben los dogmatismos a los corpus y las espúreas tradiciones conllevan la operación de cuestionar, no sólo la vida o el sueño, la pastilla azul o la roja (cuidado con la luz en tu elección), sino qué/poder/querer/saber pensar. Por ello mismo nos atormentan las mismas preguntas ante la cueva, ante la representación y las ideas que las gobiernan haciendo del mundo lo que todos creemos o esperamos que sea.

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