domingo, 20 de octubre de 2013

XXY. Lucía Puenzo. 2007.



Hablar de género, de identidad sexual, y hacerlo sin hablar apenas sobre ello merece un especial reconocimiento. Quizá sea esto lo grande de este film, o quizá lo sea la interpretación de los diferentes personajes que pueblan una historia de incomunicación, de amor y de vida, de fluir y dejar ser, de aislamiento y de orgullo, de prepotencia y prejuicio. Quizá en ese reflejo de la vida que acontece tras una buena historia cinematográfica se esconda alguna de las pequeñas mentiras y verdades, tan absolutas como relativas, que esconde y trasluce la vida. Sí, quizá la proyección de un destino no marque más que un perfil al que podamos asirnos o dejar pasar como una huella que marque, un destino, un placer, un ser. 

El destino marcado no deja de ser una instancia narrativa, un acontecimiento del que todos podemos escapar y al que de modo ineludible nos hemos de enfrentar, pero generalmente no somos conscientes de cuan duro puede ser enfrentarse al cuestionamiento de nuestro ser, de nuestra verdad, de nuestra ilusión. Se nace, ni mujer ni hombre, se llega a serlo, como bien ilustrara Simone de Beauvoir, y en ese camino cultural existen tantas bifurcaciones como engendros podamos soñar, y si de sueños hablamos, no haríamos mal en recordar las pesadillas principescas que idearan los enormes clásicos. Vivir y soñar, desear y amar se vuelven estériles si no son realizadas con la pasión de ser, de ser uno mismo desde el lugar donde no te dejan ser, donde no te quieren ver. 

Pocas palabras para una historia de incomunicación, de aislamiento forzado y buscado, de sexo y palabras, de ternura y odio, de representación en un mundo cruel de apertura de cuerpos donde el alma, el espíritu o el fondo de nuestro ser, como quieran llamarlo, aparece cohibido y encerrado en un medio tan abierto y plástico como el propio mar, como el origen del sexo. Gran trabajo de Lucía que adapta un cuento para contar mucho narrando tan poco, y enorme interpretación de Inés Efrón (nada fácil padecer el síndrome de Klinefelter).


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