martes, 1 de diciembre de 2009

Primavera, verano, otoño… y primavera. (Bom, yeoreum, gaeul, gyeowool, geurigo, bom) Kim Ki.duk. 2003.


Esto es lo que más o menos buscaba en mi viaje fílmico oriental. Tenía que ser un gran cineasta como Kim Ki-duk quien me mostrara de manera tan precisa como este medio permite las “razones” de una sabiduría como la que expresa el budismo Mahâyâna en su literatura de la Prajñâpâramita (Perfección de la Sabiduría) y en su forma de entender la realidad y su orientación místico-religiosa de acercamiento a ésta.
La obra está llena de ejemplos paradigmáticos de esa sabiduría oriental como son el principio de no violencia, sus diversas teorías de la reencarnación y de la realidad (por ejemplo, esa vacuidad reflexionada en la citada literatura, que con mentalidad socrática sirvió a Nâgârjuna y al desarrollo de la escuela Mâdhyamaka). El mismo título sugiere la imagen de la visión temporal, como un ciclo inevitable al que todo está sometido y la fotografía muestra de manera excepcional toda la exuberancia de contenido que nos muestra el ambiente natural, así como su magnífica relación con el hombre, esas magníficas puertas que no delimitan ningún espacio. Las palabras o los nombres no importan, transcienden al ciclo vital que expresa la película desde el título.

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